Setas, setas, setas Parte II
—Vale, a ver si lo entiendo —recapituló Bruno—. Hemos venido a un hospital abandonado, donde se han producido varios sucesos inexplicables, entre ellos la desaparición de una pareja de adictos que se servían de este lugar como fumadero de opio, para consumir unas setas alucinógenas que tu abuela pastillera se olvidó en la cocina. Cris bufó. —Mira, lo primero de todo, si lo cuentas así parece el argumento de una película mala de terror de serie B. Lo de las desapariciones son una coincidencia, la gente desaparece constantemente en todos los sitios. Este hospital es el único lugar resguardado donde podemos tomar las setas sin que nadie más se entere. Y segundo, mi abuela no es una pastillera. Es una mujer explorando su senectud de manera creativa. —Vale Cris, pero venir al hospital a comer esto no es buena idea. ¿Por qué no vamos al bosque? Vamos a la orilla del reguero que hay cerca del puente y lo hacemos ahí —propuso Alex. —No. El bosque no es buena idea. —Valero había p...