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Mostrando las entradas de mayo, 2021

Setas, setas, setas Parte II

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  —Vale, a ver si lo entiendo —recapituló Bruno—. Hemos venido a un hospital abandonado, donde se han producido varios sucesos inexplicables, entre ellos la desaparición de una pareja de adictos que se servían de este lugar como fumadero de opio, para consumir unas setas alucinógenas que tu abuela pastillera se olvidó en la cocina. Cris bufó. —Mira, lo primero de todo, si lo cuentas así parece el argumento de una película mala de terror de serie B. Lo de las desapariciones son una coincidencia, la gente desaparece constantemente en todos los sitios. Este hospital es el único lugar resguardado donde podemos tomar las setas sin que nadie más se entere. Y segundo, mi abuela no es una pastillera. Es una mujer explorando su senectud de manera creativa. —Vale Cris, pero venir al hospital a comer esto no es buena idea. ¿Por qué no vamos al bosque? Vamos a la orilla del reguero que hay cerca del puente y lo hacemos ahí —propuso Alex. —No. El bosque no es buena idea. —Valero había p...

Setas, setas, setas. Parte I

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  El sol era una esfera anaranjada medio velada por unas densas nubes grises. El viento soplaba y arrancaba susurros de las hojas de los árboles y quejidos de la madera reseca. Los cuatro estaban de pie, observando los restos de lo que fue en su día en Hospital Duquesa Marjorie. Una mole de hormigón gris que el tiempo había veteado con colores oscuros, de ventanas sin cristales tras las cuales se extendía una oscuridad casi inescrutable incluso a plena luz del día. Los chicos no sabían exactamente porqué, pero les daba la sensación de que el edificio los vigilaba, aguardando pacientemente a que cruzasen sus dinteles. —Bueno, ¿van a venir o qué? —preguntó Bruno mientras sacaba un cigarro de la cajetilla y se lo llevaba a los labios. —Sí. Ella me ha escrito al móvil hace sólo veinte minutos. Están de camino —repuso Silvia. Alex, que se encontraba entre ambos, se giró para observar el camino de grava que surgía del bosque. —Pues que se den prisa, sea lo que sea lo que nos tien...

Señor Verde

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  El Señor Verde llegó a su casa dos noches después de que falleciese su abuela. A sus once años, Saúl ya sabía lo que significaba el término “herencia”, lo había visto en algunos programas de la televisión e incluso había leído sobre ello en alguno de los libros de terror que solía llevarse a escondidas de la biblioteca del colegio, sólo que no se había imaginado que tuviese que preocuparse por él tan pronto.  Su padre volvió a casa cerca de medianoche, cuando las calles habían enmudecido y sólo se escuchaba el ocasional aletear del ala de algún pájaro nocturno. El niño se asomó ligeramente al pasillo en cuanto escuchó el sonido de la cerradura, y vio cómo su padre entraba en casa con los hombros caídos y cara de agotamiento. Llevaba una bolsa de plástico blanca en su mano derecha, y ésta pendía de un lado al otro con el vaivén de su movimiento. Su padre dejó las llaves sobre la mesa de la entrada, se frotó los ojos y suspiró. Después, como si dentro de su cabeza alguien ...