El Señor Verde llegó a su casa dos noches después de que falleciese su abuela. A sus once años, Saúl ya sabía lo que significaba el término “herencia”, lo había visto en algunos programas de la televisión e incluso había leído sobre ello en alguno de los libros de terror que solía llevarse a escondidas de la biblioteca del colegio, sólo que no se había imaginado que tuviese que preocuparse por él tan pronto. Su padre volvió a casa cerca de medianoche, cuando las calles habían enmudecido y sólo se escuchaba el ocasional aletear del ala de algún pájaro nocturno. El niño se asomó ligeramente al pasillo en cuanto escuchó el sonido de la cerradura, y vio cómo su padre entraba en casa con los hombros caídos y cara de agotamiento. Llevaba una bolsa de plástico blanca en su mano derecha, y ésta pendía de un lado al otro con el vaivén de su movimiento. Su padre dejó las llaves sobre la mesa de la entrada, se frotó los ojos y suspiró. Después, como si dentro de su cabeza alguien ...
Comentarios
Publicar un comentario