Un suspiro

 



Un suspiro


La mujer llora e implora de rodillas. Sus tirabuzones castaños se mueven de un lado al otro, describiendo bellas formas que únicamente mi ojo puede captar.

Los soldados persas le escupen, se burlan de ella. Uno de ellos, el que parece un toro sin cuernos, le arrebata al recién nacido de entre los brazos y lo zarandea con fuerza. Huelga decir que he visto a Dionisio tratar mejor a sus tinajas de vino en las bacanales que organiza por las noches en el Olimpo. La mujer grita más fuerte y trata de ponerse en pie. Incluso herida y humillada, sus ojos centellean con la fiereza de una loba cuando se trata de defender a su prole. Bravo por ella.

 Otro de los persas se adelanta y le propina una patada en la boca. La mujer cae al suelo, ocultando sus labios sangrantes entre sus manos. Las gotas rojas resbalan entre sus dedos y tiñen la arena del color del arrebol.

Arrugo el ceño y doy un paso hacia adelante. Pero una mano segura y férrea me agarra del antebrazo.

-No -dice mi padre con una voz que se asemeja a cientos de campanas tañendo en la lejanía.

-Pero padre, es tu hijo…, mi hermano.

-No, Hermes. Una promesa es una promesa. Le juramos a Hera que nuestras idas y venidas del mundo de los mortales eran cosa del pasado. Por mucho dolor que me cause, el destino de Dánae y su vástago está en manos del Ananké.

Observo a mi padre. Su expresión es tan impasible como siempre, pero el paso del tiempo ha permitido que pueda leer hasta los mas pequeños cambios en su mirada. Es frustración lo que veo ahora.

Hera y Zeus habían llegado a un acuerdo. Los escarceos de los dioses con los mortales estaban poblando el mundo de personas con tales capacidades que no tenían rival entre los suyos. Habían tenido suerte con Hipólita, con Hércules y con Belerofonte, pero, ¿qué pasaría si uno de esos semidioses decidía no acatar las normas de los humanos? ¿Qué ocurriría si en vez de defender a los suyos decidían subyugarlos? En el Olimpo predominaba la opinión de que los dioses no debían interferir más en los asuntos de los hombres. De ninguna de las maneras. Hera había convertido esa opinión en una norma, y la hacía respetar con mano de hierro.

Yo sigo contemplándolo todo desde las alturas de la morada de los Dioses.

Los persas han comenzado a tratar a la mujer como si fuese una cierva herida. Sacando sus armas, y asestándole golpes con el canto de las espadas, divertidos, mientras el Toro sin cuernos toma al bebé por el tobillo y lo mira extrañado.

-Padre, van a matarlo.

Zeus no responde, se limita a hundirse en su trono dorado y a adoptar una pose de hastío.

Toro sin cuernos se dirige al borde del risco sobre el que se alza la casa de Dánae. Va a arrojar al bebé al vacío.

Miro por detrás de mi hombro. En el Olimpo, los dioses van y vienen, enfrascados en sus tareas diarias, sin prestar atención al mundo de los mortales. Ajenos a su sufrimiento. Desde aquí puedo ver el haya dorada que domina la plaza principal del Olimpo. Una tenue brisa sacude sus ramas, haciendo bailar sus hojas.

-Nadie puede escapar de la mirada de Hera -dice Padre a mi lado-. La gente suele olvidar que los cielos eran su dominio antes de que yo llegase aquí. Es poderosa, pero Hera no es omnipotente…

Padre alza un dedo, que se ilumina como una estrella en mitad de la noche.

-Parece que el haya está a punto de perder una hoja… -susurra mientras me mira directamente a los ojos-. Una hoja que tocará en suelo en un suspiro… Un suspiro es un suspiro, incluso para Hera.

Creo que le he comprendido.

Miro el haya. En efecto, el peciolo de una de las hojas de la copa ha comenzado a ceder. Observo la hoja separándose de la rama, quedando suspendida en el aire durante un instante, que para mí son horas, antes de que comience a caer.

Antes de que el aire la balancee, ya estoy avanzando por el monte Olimpo hacia el vacío. Desciendo por la pared, notando cómo las alas de mis sandalias revolotean, excitadas. Siento la piedra desmoronándose bajo mis pies con cada paso.

Un águila surca los cielos, no muy lejos de la cima del monte Olimpo. Antes de que sus poderosas alas den otra batida, ya he cruzado la mitad de Teselia, dejando tras de mí una estela púrpura y un rastro de tierra requemada.

Cuando llego a Beocia, compruebo con alegría que alguien ha organizado un torneo de tiro al arco. Algunos toxotas se han dispuesto en fila, con las peltas cogiendo polvo en el suelo; y observan con gesto divertido a un muchacho un tanto enclenque que ha lanzado una flecha que erraría por mucho la diana de paja que han colocado, de no ser por la insignificante ayuda de cierto velocista altruista.

Cuando por fin llego a la costa de Tebas, veo a Toro sin cuernos a escasos pasos del risco por el que arrojará al pequeño. Uno de los persas tiene la mano alzada, y esta vez no va a golpear a Dánae con el canto de la espada.

Sin dejar de correr, le propino un puñetazo en la mandíbula. Tengo tiempo de notar los huesos de su pómulo crujiendo y cediendo ante la embestida de mis nudillos, que vienen cargados con la velocidad de los rayos de mi padre. Los pies del hombre se separan del suelo y comienza a volar despacio, muy despacio. Me encargo sin problemas de los otros soldados que humillan a la mujer, digamos que no tendrán ganas de propasarse con otra persona indefensa en mucho tiempo.

Po último, queda Toro sin cuernos. Si tuviese más tiempo haría algo más creativo, como introducirle un cuerno de guerra por las partes donde el sol no se atreve a brillar, dejarlo desnudo en tierras allende el mar mediterráneo, o ponerlo en frente de la diana de aquellos toxotas. Seguro que les hace ilusión tener un persa para practicar con sus arcos. Entonces me acuerdo de la hoja y de Hera, y dejo que un pequeño empujón y la gravedad realicen el trabajo por mí. Una solución mucho menos divertida y original, pero mortalmente eficaz. Eso me sirve.

Mientras Toro sin cuernos vuela a través del aire a la velocidad de una tortuga esprintando, tomo al bebé de sus brazos y lo acuno durante un momento. Mi hermanito. No me sorprende ver que tiene una expresión de felicidad dibujada en su rostro redondeado. Sin duda es el hijo de su padre.

Tras maravillarme un momento con el brillo que desprenden sus pupilas, lo dejo de nuevo en el regazo de la madre, y emprendo el camino de vuelta a casa.

Paso por Beocia, y veo que la punta de la flecha del muchacho enclenque está perforando la paja del centro de la diana, sin prisa, pero sin pausa, haciendo saltar cientos de partículas diminutas por doquier.

Cuando estoy a punto de dejar atrás Teselia, observo que el águila que vi cuando me dirigía a Tebas ha terminado de batir las alas, y ahora vuelve a contraerlas para seguir con su viaje.

Subo por la pared rocosa que separa la Casa de los Dioses del mundo de los mortales, mientras las piedras que se desprendieron durante mi descenso siguen cayendo hacia el suelo, golpeándose contra el muro pétreo y dividiéndose en decenas de trozos.

Cuando llego a la cima estoy un poco exhausto, pero para mi regocijo, veo que el grosor de una brizna de paja es lo que separa la hoja dorada del suelo. Llego a tiempo.

Me quedo al lado de mi padre, y permito que el tiempo vuelva a fluir con normalidad.

Padre me mira.

- ¿Y bien?

-Creo que Dánae no tiene que preocuparse de que Poseidón críe a su hijo en las profundidades.

-Bien…, bien -responde él con media sonrisa en los labios-. El pequeño Perseo te debe la vida, Hermes.

-Oh, no es para tanto. -Hago un gesto con la mano para restarle importancia al asunto.

- ¿Sabes? Da igual lo que digan los otros, yo siempre lo supe.

- ¿Saber el qué? -pregunto extrañado.

-Que eres mucho más que un mensajero, hijo mío. Literalmente, tienes el mundo a tus pies.

Le dedico una radiante sonrisa. Puede que tenga razón. Puede que, al fin y al cabo, esté destinado a hacer cosas mucho más importantes que viajar de un lado a otro, haciendo los recados de los Dioses o enviando mensajes ominosos sobre la destrucción de ciudades y civilizaciones. Puede.

Si algo he aprendido siendo un Dios, es que el destino es enrevesado, que no es tan siquiera tarea de los dioses alterar su curso. Si llegará el día en que tenga que responder ante Hera por salvar la vida de mi hermano, es algo que no sé. Lo único que sé es que espero que ella sea rápida, porque, ocurra lo que ocurra, el mundo seguirá girando, y yo seguiré corriendo.

 


Comentarios

  1. “Ocurra lo que ocurra, el mundo seguirá girando, y yo seguiré corriendo” un cierre perfecto y valiente. He disfrutado mucho leyendo tu relato, se nota lo bien que sabes describir escenas grotescas y duras. Las clavas. Das ese toque de locura y distancia propia de los dioses, me ha gustado leer algo de Hermes y has incorporado de manera muy original los requisitos del reto. ¡Enhorabuena!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Mil gracias Cometa!! Me alegra que te hayan gustado las descripciones porque he intentado hacerlas más escuetas que en otras ocasiones. Me ha gustado mucho hacer el reto, este relato me ha inspirado y puede que no se quede aquí, who knows?

      Nos leemos!!

      Borrar
    2. ¡A ti por participar! Las descripciones más breves han sido todo un acierto, le has dado mucha velocidad al texto ;) y al propio dios Hermes. Como ya te dice Nish, el uso de descripciones concisas dan mucha vida al recorrido que hace el dios y a la vez sitúa al lector en el tiempo que trascurre con lentitud para unos y no tanto para el protagonista. Y si encima me dices que no se quedará aquí el relato, me encanta aún más si cabe.

      Cometa.

      Borrar
  2. Ay, Hermes. Qué bonico, jo. Me gusta mucho ese dios también... Me alegro de que lo hayas escogido. Y Danae 🥺 Es muy cute que Hermes sienta esa especie de apego por ellos y quiera proteger a Perseo por considerarlo su hermano.
    Me flipa lo detallado de la ambientación. Como vas metiendo distintos lugares y personajes de forma que le da más realismo porque Hermes lo va comentando sin que quede forzado (y es posible que sea porque lo comenta sin más, dejándolo en el aire, sin explicar quién es quién porque no lo necesita).
    Aaah, me ha gustado mucho también cómo haces que, al recorrer el camino de vuelta, todavía estén las cosas pasando como a un ritmo más lento, dándole a Hermes la velocidad que necesita para ser el mensajero de los dioses ^^
    Y la frase de "tienes el mundo a tus pies"??? Simplemente besito de chef.
    Te diría también que en ciertos momentos el laismo me ha sacado un poco del relato (pero porque me fijo en esas cosas y me distraigo irremediablemente). No lo digo a malas, entiéndase, sino simplemente para que lo tengas en cuenta ;)
    Pero por lo demás, el relato es precioso ❤

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Niish!! Mil gracias por el comentario!! Qué bien que haya conseguido esa sensación de "velocidad" en el texto a la hora de narrar!! Me ha encantado el análisis que has hecho del texto en un momento!! Geenial!!
      Y sí, el laismo es uno de mis grandes enemigos desde que tengo memoria..., tengo que ponerle solución a eso hahahahaha.

      Mil gracias por pasarte y nos vamos leyendo!! :D

      Borrar
  3. Siempre es un placer leerte, pero con cosas así es que lo alucino.
    Me ha encantado cómo realizas todas las ambientaciones con pocas palabras, y cómo describes a los personajes. Hermes es también uno de los dioses griegos que recordaba (gracias a la película Hércules) y me ha flipado cómo lo has descrito y la fuerza que le has dado.
    Mi más sincera enhorabuena :D

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Tessa!! Grazie mile!! Qué ilusión lo de las ambientaciones porque tú que me has leído más sabes lo mal que se me da hacer las cosas cortas y concisas. Estoy entrenando en eso :)

      Todo un honor que me leas! Y gracias tanto a tí como a Cometa por montar el reto que parece ser que es la única forma que conozco de mover el culo hahhaha!!

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Señor Verde